Visitar Sydney en Nochevieja

Sydney es, desde luego, uno de los sitios obligatorios por visitar en Australia, junto a Uluru o las islas de la Barrera de Coral.

Para la capital de New South Wales, hemos escrito en este post cómo visitar Sydney en nochevieja, como siempre con nuestros consejos y experiencias que, obviamente, podéis utilizar para vuestra visita a esta ciudad y, creemos, son muy buenos independientemente que vayáis para celebrar año nuevo o en cualquier otro momento del año.

En el post anterior sobre un pequeño road trip en Queensland, os hemos contado que habíamos bajado del norte de Queensland (Ayr) hacia la Gold Coast, para luego coger un avión en Brisbane y volar a Sydney. Carlo ya la había visitado en su etapa australiana en 2010, pero fue en invierno. Ahora tocaba visita de verano. Lo que no cambió fue la cantidad de gente local como de visitantes por sus calles, tiendas, restaurantes, pubs y discotecas. Tampoco había desaparecido la buena vibra que se respira en cualquier rincón de la ciudad, con actividades al aire libre y en las playas.

Harbour Bridge y Opera House

Llegamos a buena hora por la mañana en avión desde la capital de Queensland, y encontramos la habitación en la casa que habíamos alquilado sin ningún problema. Una calle muy pintoresca en el barrio de Surry Hills, todas las casas de estilo victoriano, con balcón de metal y pequeño jardín en la entrada, pero cada una con su propia personalidad.

Lo primero que hicimos fue… ¡dormir! Nos habíamos levantado tan pronto que nos tumbamos y nos quedamos dormidos sin pretenderlo. Pero nos arreglamos y fuimos a visitar la ciudad. Por supuesto, no pudimos evitar que la primera parada fuese el Harbour Bridge y la Opera House.

Hay que reconocer que es emocionante ver por fin la Opera House en vivo, Marta la vió tan bonita como se lo había imaginado y le pilló de sorpresa, porque iba mirando al puente completamente embelesada y de repente estaba ahí, blanca y brillante bajo el sol, en el puerto azul rodeada de turistas y de bonitos barcos en el agua. No os va a dejar indiferentes, esto es seguro.

No importó que hubiese tanta gente que tardásemos 20 minutos en sacar una foto decente, ni que pagáramos un dineral por una copa de vino, o que estuviera cercada por los eventos de la noche de fin de año, el viaje había merecido la pena solo para llegar hasta allí.

Siempre se menciona primero la Opera cuando se habla de Sydney, pero el puente merece el mismo reconocimiento o incluso más. Es verdaderamente impresionante, increíblemente alto y esbelto, con su arco perfecto y las torres en los extremos. Un crucero de 5000 pasajeros puede cruzar por debajo sin problema, lo que da acceso a miles de personas al día directamente al puerto más importante de la ciudad a los turistas. Construido en los años veinte, fue un gran avance para la ciudad, haciéndola crecer hacia el norte para seguir expandiéndose y hacer espacio a los recién llegados o a aquellos que querían alejarse del tráfico y de la ciudad.

Nosotros pudimos disfrutar de estas vistas de la mejor manera posible, ya que Nuria, la hermana de Marta, nos había regalado (por el cumple de Marta) un paseo en barco de vela con cena incluida al atardecer en el puerto. Simplemente increíble, gracias Nuria. La empresa que opera el barco se llama Tall Ship Sydney Harbour y tiene varios cruceros al día para poder elegir la hora que mejor venga.

La tripulación se portó genial con todos los turistas y nos explicaron uno a uno los puntos más importantes del puerto, tanto las playas, como la Opera, el puente o puntos que fueron importantes durante la segunda guerra mundial. Además, está incluida la cena y el menú estaba muy bien, también tenéis la opción de tener todas las bebidas incluidas, pero si no las tenéis no pasa nada, ya que no nos pareció caro (7.5 dólares cualquier bebida con alcohol).

Free Tour y Acuario de Sydney

Como el primer día nos dormimos un poquito en los laureles, el segundo día no paramos. Nos fuimos a hacer el ya acostumbrado Free tour con I’M FREE, la misma compañía con la que lo hicimos en Melbourne. Nos encanta hacer y aconsejar estos tours para saber qué merece la pena visitar y para orientarnos en las ciudades, además, suelen dar consejos sobre buenos lugares a los que ir a comer o a relajarse y que son asequibles para viajeros con bajo presupuesto.

Comenzamos en Town Hall, las Galerías de la Reina Victoria, Hyde Park y llegamos a The Rocks hasta terminar en el puente. Un paseo de tres horas que merece la pena.

Por la tarde, sin perder ni un minuto, nos fuimos al segundo regalo de cumpleaños de Marta, cortesía de su hermana Carmen, el Acuario de Sydney. Nos pasó lo mismo que en el santuario de Currumbin, estaba a rebosar. Había tanta gente que en el túnel de los tiburones solo se veían cabezas de gente y había que hacer cola para pasar de sala a sala. Pero hemos de decir que es muy bonito y se pueden ver muchísimas especies de Australia. Por supuesto, no faltaron ni Nemo ni Dory. Lo que más le gustó a Carlo fueron los pingüinos y los tiburones, mientras que a Marta fueron los Dugongs, una especie de foca-ballena, sirenio, única en su especie, es vegetariano y puede comer 300 kg de algas ¡al día!

Lo mejor para evitar colas en el Acuario es comprar la entrada online directamente en su página oficial, y que os dejan saltar a todo el mundo. Merece la pena si vas a ir en un día con mucha gente.

Para reponer fuerzas, nos tomamos una buena cervecita en el Darling Harbour, donde se encuentra el acuario y donde se pueden encontrar todo tipo de menús para quitar el hambre.

Ya que estábamos por allí, nos acercamos andando a Chinatown. Al igual que este tipo de barrios en casi todas las ciudades cosmopolitas del mundo, ofrece todo tipo de productos chinos, sobre todo restaurantes muy baratos y con una cantidad de comida que te deja sin hambre durante días. Nos pasemos por el mercado y compramos algunas cositas a buen precio y también visitamos las calles más conocidas, donde había un pequeño mercadillo con comida y ropa hecha a mano.

De Bondi Beach a Coogee Beach.

Todo el mundo nos había dicho que una de las mejores cosas que se pueden hacer en Sydney es el paseo que va desde Bondi Beach a Coogee Beach, así que dedicamos nuestro tercer día a llegar a Bondi primero, la playa más famosa de la capital a la que se dice que no van Australianos, solo turistas y gente de fuera que vive en la ciudad.

Está rodeada de zonas verdes y lugares muy bonitos para comer y cenar, con muchísimo ambiente y llena de diferentes nacionalidades. No habíamos puesto el culo en la toalla y ya habíamos escuchado Español e Italiano a menos de 3 metros de distancia.

Disfrutamos del sol por una horas, relajándonos y bañándonos en el mar, y, en vez de hacer el paseo a pie hasta Coogee, decidimos que ya habíamos andado bastante por la ciudad, así que nos cogimos un bus que bordea la costa y pasa por pequeñas calas, todas llenas de gente al sol y haciendo barbacoas en las zonas públicas.

Si queréis hacer el paseo andando, son escasas dos horas de camino por 6 kilómetros. No es mucha distancia, pero se tarda más de lo normal debido al hecho que se para mucho en los diferentes sitios en el camino, como por ejemplo Tamarama Beach, Bronte Beach, Clovelly Beach y Gordons Bay, antes de llegar a Coogee.

Coogee beach es una playa parecida a Bondi, rodeada de casas lujosas y sitios para comer con los precios por las nubes. Nos sentimos como en ese programa de televisión que van a alguna ciudad y hacen todo de forma barata y de forma cara. Elegimos la barata y nos comimos unas patatas del McDonalds con vista al mar.

Nochevieja en Sydney

Nochevieja normalmente lo empezamos a celebrar a las 9 de la noche, cuando nos ponemos guapos y nos sentamos a la mesa a comer los manjares típicos en casa. Al celebrarlo en Sydney, sin embargo, nos tocó comenzar el día bastante pronto, ya que queríamos ver los fuegos y para tener una buena vista del puente es necesario levantarse temprano y coger sitio.

Decidimos ir a verlos a McMahons Point, desde donde se ve el puente y la Opera de fondo y la foto queda espectacular. El problema viene cuando todo el mundo ha pensado lo mismo que tú y tienes que pelear por un pequeño sitio donde poner tus toallas y esperar todo el día a esos 15 minutos que darán paso al año nuevo. Cuando llegamos al parque ya estaba lleno, ¡la gente había ido a las 5.30 de la mañana! Con tiendas de campaña, sillas, tumbonas… pero conseguimos hacernos un hueco y pasar el día sin mucho más problema que el que la gente pasase a nuestro lado constantemente. Éramos el pasillo.

Colas infinitas para ir al baño (45 minutos) y poco espacio para una experiencia que de todas formas merece la pena, que fue vivir en directo unos de los fuegos artificiales de fin de año más famosos y espectaculares del mundo. Esos que siempre salen en las noticias porque son de los primeros (da por pensar en Nueva Zelanda, que entran antes en el año nuevo y no habla nadie de ellos, pobres) y porque el puente y la Opera ofrecen una vista maravillosa.

Fueron solo quince minutos, pero tuvimos tiempo de pensar en que estábamos allí, en que lo habíamos conseguido y en que se está compartiendo esta experiencia con alguien que está muy ilusionado. Así que sí, unos fuegos artificiales muy bien aprovechados y emotivos.

Luego viene el follón, el de salir corriendo con las mochilas para llegar pronto al tren, el de entrar en un vagón que se va llenando de gente y que por los altavoces dicen que mejor que no entre más gente, el de intentar coger un bus que no para porque está llenísimo e intentar coger un taxi para llegar a casa…

Pero lo conseguimos, agotados y felices nos dormimos para despertarnos solo una hora y media después y coger nuestro vuelo de vuelta. Cuando llegamos de vuelta a Brisbane en España y en Italia aún era 31 de Diciembre, y nosotros ya habíamos dejado nuestro destino de Nochevieja, cosas del huso horario.

Y nuestra mayor locura del viaje fue que el día 2 teníamos que trabajar en Ayr, a 1300 km de Brisbane, y que tuvimos que conducir durante 15 horas, haciendo turnos para poder dormir, hasta nuestro pequeño pueblo en el norte de Queensland. Pero lo conseguimos.

Lo mejor de todo fue que uno de los mayores deseos de Año Nuevo de Marta se cumplió, que lloviese el día 1 o el día 2 y no tuviésemos que trabajar, así que tuvimos la esperanza de que todos los demás también se cumpliesen, sin olvidarse de pedir deseos por nuestras familia y amigos. Pudimos descansar un dia mas en el pueblo, retomar fuerzas y pensar en los recuerdos que nos acababa de dejar Sydney.

Fue una semana de final de año bastante entretenida, sin que nos faltase por ver nada de lo importante de Sydney. La ciudad es espectacular, aunque un poco llena de gente. Eso sí, es imposible aburrirse, hay actividades para todos los bolsillos y creemos que no puede faltar en vuestro plan de viaje a Australia.

En el siguiente post os contamos nuestras novedades de vuelta a la vida tropical, con más consejos, por supuesto.

Gracias por leernos.